Hiperproductividad, Corona virus y Autocuidado

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Cómo el yoga puede ayudarte en esta etapa de transición.

Esta mañana, mientras me tomaba mi café, leí un artículo en el que entrevistaban al filósofo Byung-Chul Han, experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, cuyo título abría con la frase: “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose» (Puedes leer el artículo completo aquí)

Sólo ver el enunciado resonó enseguida conmigo, así que tras leer el artículo completo me decidí a escribir este post sobre un tema que creo cada vez toma más importancia:

Cómo la hiperproductividad y la hiperconectividad están creando a una sociedad cansada, frustrada infeliz y destructiva.

Foto: Luis Villasmil

Y es que en la era del consumismo y el neoliberalismo hemos crecido con la idea de que todo el tiempo que no estés siendo productivx, es tiempo perdido.

Este tipo de pensamiento hace que se desate en las personas una buena dosis de estrés, seguida de culpa y autocastigo cuando no llegamos a cumplir las expectativas, en ocasiones auto impuestas, generadas por un ideal imaginario de que cuanto más producimos, más realizadxs nos vamos a sentir.

Nos convencen de que cuanto más dinero ganemos para gastar en cosas que en la mayoría de las ocasiones no necesitamos (y alimentar así la rueda del sistema para que siga girando en beneficio de unxs pocxs) más felices seremos.

Vivir una pandemia ha forzado a mucha gente a parar en seco, y cuando nos hemos visto obligadxs a quedarnos en casa, muchas personas se han dado cuenta de que no eran para nada felices llevando el estilo de vida que estaban sosteniendo hasta el momento.

Esto ha hecho que mucha gente se replantee sus opciones, sus rutinas, sus ritmos… despertando a la realidad de que nunca seremos felices si vivimos esclavizadxs por las demandas que otras personas nos han querido hacer creer que son la única realidad o que ¨es lo que hay¨.

No podemos sentirnos realizadxs si no invertimos tiempo en nosotrxs mismxs.

Necesitamos como especie levantar la cabeza de la pantalla y parar a contemplar el mundo, a oler las flores, a escuchar el mar, a mirar hacia dentro, a conectar con nosotrxs mismxs y con la tierra de la que venimos y de la que formamos parte.

Como cita el filósofo surcoreano al final de su entrevista:

“La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta, que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo perdido, no es tiempo para nosotros”.

– Byung-Chul Han

El despertar a esta realidad rara vez se produce de golpe.

Va ocurriendo despacio, con pequeñas cosas (u otras más gordas, como vivir una pandemia global) que van llamando tu atención y encendiendo la bombilla de alerta.

A veces existe la semilla de la duda, la chispa de rebeldía y disconformidad que te dice que algo no funciona bien, que algo no encaja y no es posible que exista solo un modelo, una forma de existir y realizarse en el planeta tierra.

Te tachan entonces de persona extraña porque lo distinto y aquello que se sale de la norma establecida no gusta, no está bien y debe ser domesticado, porque de lo contrario corre el peligro de extenderse y eso no interesa a quienes han escrito las reglas.

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Nuestra intuición nos habla. Pero el sistema está tan bien armado que la mayoría de las veces, antes de que la chispa se convierta en llama, hace que te vuelvas a distraer de las cosas que de verdad importan y recaigas en la rutina establecida, bombardeando con mensajes más o menos sutiles, atrayendo tu atención con millonarias campañas publicidad, generando una falsa sensación de necesidad, deseo, seguridad, pertenencia…

Y es lo normal. 

No nos enseñan a escucharnos a nosotrxs mismxs, nos enseñan a escuchar sólo lo que viene de fuera. 

Lo extraordinario surge cuando aprendemos a escuchar y prestar atención a lo que tienen que decirnos esas pequeñas cosas, esas sensaciones de incomodidad que se van manifestando en el interior, y hacemos algo para terminar de quitarnos la venda de los ojos y despertar la consciencia.

Una de las cosas que ayudan enormemente a esta toma de conciencia es la práctica regular de yoga y/o meditación.

Cuando practicamos yoga, aprendemos a redirigir nuestra atención al interior. Aprendemos a conectar con el cuerpo y escuchar lo que nos tiene que decir cuando, por ejemplo, practicando un asana sentimos una molestia que nos dice que tenemos que aflojar la intensidad.

Aprendemos a conectar con las emociones cuando nos permitimos sentir aquello que brota de nosotrxs cuando nos enfrentamos, por ejemplo, a la frustración de no poder mantener un equilibrio.

A través de la respiración somos capaces de aclarar nuestra mente (ya lo dijo Patanjali en sus Yoga Sutras) y conectar con nuestro yo esencial, ese que libre de patrones adquiridos, de juicios, de cadenas y de culpas.

Y sólo de esta manera somos capaces de ver que la verdadera paz, la verdadera felicidad se encuentra en nuestro interior, y que la única manera de acceder a ese lugar es a través de la quietud.

¨Quien no es feliz con poco, no lo será con mucho¨

– Lao Tsé
Foto: Motoki Tonn

Es muy difícil y requiere mucha voluntad salir de lo establecido.

Todxs necesitamos alimentarnos, tener acceso a la sanidad y a los servicios básicos y en estos tiempos, vivir totalmente desconectadxs del sistema nos parece una tarea casi imposible (aunque no lo sea del todo) ya que, como decíamos más arriba, está tan bien armado que siempre vas a volver a entrar, por un lado o por otro, y la digitalización del absolutamentetodo, aunque nos ha traído muchas comodidades, también tiene ese dark side que disfraza de bienestar y facilidades el control y la manipulación.

Por eso hoy más que nunca es cada vez más importante frenar y tomar conciencia de que Ey, mira, ¡respiro! 

Ser conscientes de qué materia estamos hechos, de cómo es nuestra alma, mirar hacia el mundo que nos rodea y comenzar el cambio desde dentro (el único lugar desde el que se puede comenzar) y plantearnos seriamente un modelo de vida más lento, más consciente y más respetuoso con nuestra naturaleza y la de nuestro entorno.

Porque sin querer (por deseo y demanda de otrxs) vivimos en el Mátrix y solo nosotrxs somos capaces de despertar.